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Obstáculos que dificultan la terapia

El mito de la bondad de la preocupación: «Conviene preocuparse»

 

En algún momento de nuestra infancia desarrollamos la idea de que es bueno preocuparse porque, de esa forma, nos ocuparemos de nuestras responsabilidades. Nos decimos interiormente: «Si no me preocupo, como soy un niño descuidado y vago, me olvidaré de solucionar el tema». Los padres suelen contribuir a esta creencia irracional advirtiéndoles a los niños de las terribles consecuencias de no cumplir con alguna responsabilidad. Muchas veces, los padres también creen que es bueno preocuparse. ¡Ese amor por la preocupación es absurdo y nocivo! Los mejores ejecutivos del mundo se ocupan de multitud de temas al día y no se preocupan de ellos.

 

Simplemente, ejecutan planes de acción y se divierten con ello. ¿Cómo sería la vida de un primer ministro si se tuviese que preocupar de los temas que despacha todos los días? Por lo tanto, grabemos en nuestras mentes la siguiente creencia racional: «Hay que ocuparse y no preocuparse». Y es que es más que evidente que no es necesario preocuparse para ocuparse de las cosas.

 

La mejor forma de solucionar cualquier asunto es manteniendo la calma y, si es posible, disfrutar del proceso. Sin embargo, la superstición de la preocupación está muy extendida y, como hemos visto, afecta al desarrollo de la terapia. Muchas personas no progresan con la terapia cognitiva porque interiormente tienen miedo de «volverse pasotas».

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

La superstición siempre pasa factura


 Hace algunos años, vino a verme un hombre de unos 35 años para que le ayudase con sus problemas emocionales. Durante nuestra conversación sobre sus asuntos, me explicó que él nunca iba al médico. Tenía que estar realmente mal para acudir a una consulta. Me explicó: —No voy a los médicos porque cuando vas te empiezan a encontrar cosas y ahí empieza tu decadencia. Este razonamiento, aunque del todo ilógico, está muy extendido. Es, a todas luces, irracional. Es evidente que las enfermedades, en caso de tenerlas, están ahí independientemente de que te las diagnostique un médico.

 

El caso es que me fijé en que este paciente tenía la boca muy mal. Le faltaban todas las piezas frontales y algunas muelas. Le pregunté por ello y me dijo: —Es que tengo tendencia a las caries, desde pequeño. Y, claro, fiel a su absurda creencia en contra de la medicina, tampoco iba al dentista. Desde bien joven, lo evitaba una y otra vez, las caries se extendían y, al final, no había más remedio que extraerle las piezas.

 

El resultado: una dentadura hecha polvo a una edad demasiado temprana. Es conveniente decirlo y repetirlo: las supersticiones no son inocuas. Tarde o temprano nos pasan factura. Siempre que pensamos mal, eso acaba afectando a nuestros intereses. Por el contrario, intentar mantener un pensamiento lógico y estructurado nos dará mejores resultados a nivel emocional y en nuestra vida práctica.

 

 En este capítulo hemos aprendido que:
1. Existen dos obstáculos iniciales al cambio terapéutico: el mito de la bondad de la preocupación y el mito del todo vale en el terreno de los sentimientos.
2. Primer mito: «Es bueno preocuparse». Falso: lo mejor es ocuparse sin preocuparse en absoluto. 3. Segundo mito: «Como yo lo siento es correcto». Falso: existen sentimientos exagerados y, por lo tanto, incorrectos.



 

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